Javier Ayúcar
Rúiz de Galarreta
Arquitecto Técnico e Ingeniero de Edificación
Ramón Lakuntza (RL): En tu familia no hay antecedentes en la profesión, ¿qué te lleva a estudiar nuestra carrera?
Javier Ayúcar (JA): Bueno, tengo un hermano un poco mayor que yo que es Arquitecto. Con el que he trabajado muchísimos años. Pues mi intención cuando terminé el Preuniversitario (que viejo soy, fui de la última promoción) mi intención era la de estudiar para piloto de aviación. Por cuestiones familiares no pude, y como tenía a mi hermano estudiando Arquitectura dije: «dentro de lo malo, lo menos malo». Empecé los estudios de esta disciplina. No me gustaron demasiado y después de tres primeros, se me agotaron las convocatorias en dos asignaturas: Análisis de Formas y Cálculo Integral e Infinitesimal, el año en el que murió mi padre. Gracias a la persistencia de una magnífica mujer (mi madre) que me llevo de la oreja a estudiar A.T. a la Politécnica de Barcelona con una beca de manutención y residencia con la condición de que debía aprobar todos los cursos en junio, con calificación global de notable. Todo un reto. Era mayor que mis compañeros de promoción y todo esto me supuso un «toma y daca», ellos me enseñaban catalán y yo les enseñaba geometría. Esta cuestión me ayudó tremendamente. La mejor manera de aprender en «enseñar» lo poco que sabes y eso te obliga a superarte a ti mismo.
RL: Si volvieras a tener 18 años (¡quién los pillara!), ¿volverías a estudiar lo mismo? ¿recomendarías estudiar AT a un joven de 18 años?
JA: Después de la experiencia que tengo de nuestra profesión, taxativamente volvería a estudiar lo mismo (¡Qué recuerdos!), sí. Mi recomendación es que, los jóvenes que vayan a acometer una carrera universitaria, elijan lo que realmente les guste. Yo siempre recomendaría a los estudiantes de bachillerato que estudien Arquitectura Técnica (Ahora Grado de Ingeniería de Edificación o Grado en Arquitectura Técnica, según las distintas autonomías y universidades). Creo que, salvo raras excepciones, amarían de corazón esta profesión, con no mucha demora en el tiempo. Siempre he dicho que somos «pontífices» (no en el sentido religioso, sino en el sentido literal de la palabra) porque trazamos puentes de unión entre dos agentes de la construcción El Arquitecto como autor del Proyecto de ejecución, y el Constructor como ejecutor de la obra, explicando a unos y otros las posibles dificultades de interpretación y ejecución de lo que dicen los «papeles».
Mi recomendación es que, los jóvenes
que vayan a acometer una carrera universitaria,
elijan lo que realmente les guste.
RL:¿Fueron muy distintos tus estudios de AT en BCN respecto a los que han vivido tus alumnos en Pamplona? ¿alguna anécdota de tu paso por BCN?
JA: Creo que han mejorado ostensiblemente; las nuevas tecnologías, programas informáticos, redes online, etc., han dulcificado los estudios un montón. Y aunque parezca mentira, en la UNAV, no demasiado masificada, se ha notado el acercamiento alumno-profesor, profesor-alumno, o así lo veo desde mi perspectiva. En la Politécnica este acercamiento lo pude hacer solo con dos profesores, muy buenos, el de Construcción y el de Oficina Técnica (que era el profesor Ros, de Estella). Bien lo sabes Ramón porque fuiste un innovador en la manera de corregir exámenes y prácticas y obtener la nota en el momento. Creo que ayudó muchísimo a las últimas promociones. En cuanto a las anécdotas, una de ellas la que acabo de contar. Como he comentado anteriormente tuve muy buenos profesores, en general. Otra es que sin comerlo ni beberlo me nombraron alumno representante de la Cátedra Paritaria de Oficina Técnica. Es decir, después de las decisiones que tomaban los profesores de esa asignatura nos invitaban a tres alumnos (Cátedra Paritaria) donde se nos pedía nuestra opinión sobre la dificultad de los ejercicios propuestos, exámenes, et. Fue curioso y gratificante porque me supuso un nexo de unión entre profesores y compañeros de estudios. Por aquel entonces, huérfano de padre, y con escasos medios económicos, yo solía dar alguna clase de geometría en la misma escuela (Nos dejaban alguna aula). No quería dinero, pero si aceptaba un bocadillo o una cerveza que pagaban entre todos. Fue con clases particulares de dibujo y matemáticas en Pamplona, y esta anécdota que acabo de contar mi primer y fructífero encuentro con la «docencia».
RL: ¿qué te llevó a ser profesor en la universidad?
JA: La pura casualidad. Alguien me dijo que en la Universidad Pública de Navarra iban a implantar los estudios de A.T. Y con un poco de vergüenza me bajé hasta su campus, a ofrecer mis servicios, si les hacían falta. Me dijeron que de implantar esa Diplomatura nada de nada, y lo más seguro es que fuese en la privada (UNAV). Así es que ni corto ni perezoso llamé a un compañero de promoción de mi hermano. Me dijo que, si y que bajase rápido a hablar con el Subdirector, por aquel entonces Don Domingo Pellicer (RIP). Bajé sin demora y en la entrevista me dijo: «Que pretendes impartir?» le dije que, por ejemplo, Construcción. Esbozó una sonrisa picarona y me dijo que ya había profesor para esa materia, que por supuesto era él. Le comenté que había aprobado una oposición hacía unos años en la que, de los 75 temas, había mucha geometría descriptiva. A esto me respondió que » le había abierto las puertas del edén» y me mando a pasar otro filtro con otro profesor. Parece que les podía ser útil y volviendo a hablar con Don Domingo me prometió solo una cosa: «Mucho trabajo, muy poco sueldo». Sonreí y asentí con la cabeza. Al día siguiente me pasé por Oficinas Generales a firmar un contrato temporal que con los años se hizo definitivo. Corría el mes de junio de 1.990. Para mí fue un golpe de suerte entrar en la docencia universitaria. Estaba de excedencia voluntaria de la Escuela de Artes de Soria. Entre otras cosas por el tipo de alumnos. Eran diferentes, como puede comprobar con el tiempo. Ni mejores, ni peores. Simplemente diferentes.
RL: ¿por qué Mediciones y Presupuestos?
JA: Después de dos años de geometría en el primer curso de A.T., cuando iba a terminar la primera promoción el segundo curso, me volvió a llamar Don Domingo. Eché a temblar. Creí que rescindían mi contrato y que por supuesto habían encontrado a otro mejor que el que suscribe. En la reunión que tuve con él, me dijo que no encontraba a nadie que pudiese dar esta asignatura y que haber si yo sería capaz de hacerlo pero que, a primeros de curso, quería ver alguna publicación o apuntes sobre la materia. Trabajé en ello todo el verano. A fuerza de ser sincero te diré que tuve un «mediocre profesor» durante la carrera (es una anécdota de las que me preguntas). Lo único que sabíamos era medir una barandilla con todos sus sacramentos, pero no supo enfocar la asignatura desde un punto de vista global de, aunque solo fuera, una pequeña vivienda. Me dije que, si aceptaba el reto, era para hacerlo sobre capítulos de un presupuesto. Con el tiempo fui añadiendo materia, como la ejecución de precios compuestos, revisión de precios, etc.
RL: Seguro que acumulas un buen número de anécdotas de tu paso por la universidad: algún examen, algún alumno o algún momento divertido, entrañable o destacable.
JA: Esto en cuanto estudiante. Como profe, son varias. La más famosa es que en primer curso de la primera promoción, había un alumno murciano. Cuando iba a sonar la hora, unos minutos antes, siempre preguntaba si había alguna duda. Este estudiante (ahora colega) siempre me hacía la misma pregunta: Si, Don Javier, ¿Qué tal su señora e hijos? El pitorreo era monumental. Tuve que cambiar la pregunta por: «¿Alguna duda sobre la materia?», pero mi alumno seguía insistiendo sobre la salud de mi familia, hasta que se acabo ese primer curso. Otra de las anécdotas era que siempre contaba algún chiste malo, concerniente a la parte de la asignatura que iba a impartir en ese día. O cuando alguien me decía no le entiendo, Don Javier, y yo le comentaba Ud. sabe lo que es un hombre que apaga el fuego. Me respondía: por supuesto; «bombero». Le contestaba, inmediatamente: Pues si es capaz de entender eso, no veo que dificultad tiene en interpretar lo que acabo de explicar. Las risas eran sonoras. Otras anécdotas graciosas eran las de intento de copia en exámenes. En la primera o segunda promoción, hubo dos alumnos, ahora compañeros, que se estaban pasando resultados. A uno de ellos le pregunté que si estaban copiando. Me dijo tajantemente que sí. Les dije que podía ponerles un cero, pero que, por su sinceridad y honestidad, les dejaba seguir el examen. Se quedaron perplejos y no volvieron a intentarlo. Me daban muchas ganas de reírme, pero contuve las dichas ganas. Eran en verdad buenos alumnos. También recuerdo que, en un examen de geometría, debí confundir las coordenadas de un punto al pasar el enunciado a limpio, sin darme ninguna cuenta. A la media hora (de las 5 que duraba el examen, se acercó un alumno y me dijo que era imposible la solución, que ésta salía en la mesa del de adelante. Le miré con estupor y le dije: «Póngame eso en la solución. Si tiene Ud. razón le pondré un 10». Me paso lo mismo con otros 4 alumnos mientras los demás ponían todo su ahínco en encontrar la solución. Cuando pasado el examen repasé mis propios datos me di cuenta del error que había cometido. Todos tuvieron un cinco menos aquellos que me lo habían hecho saber, que tuvieron el 10 prometido. Seguro que habrá muchas más pero ahora mismo no las recuerdo. Fueron 28 años de docencia…
RL: Los que te conocimos en la Escuela como alumnos, sabemos que eras de esos profesores más queridos ¿algún secreto para ello?
JA: Ninguno. Mis principios morales me llevaban a analizar el esfuerzo económico que realizaban para poder pagar la carrera. Hacía lo que buena mente podía para hacerme entender, sobre todo en geometría. De haber algún secreto podía ser la confianza «intraicionable» que poníais en mi. Siempre he dicho que la docencia es un toma y daca. El alumno aprende lo mucho, o poco que sabe el profesor en cuestión, pero lo que no sabe mucha gente es que el profesor aprende de sus alumnos muchísimo. «Yo examinaba a los alumnos una vez cada tres meses y los alumnos me examinaban a mi todos los días con sus preguntas y cuitas. Es fundamental, en principio, mantener una mente joven (la juventud también se contagia) y despejada, el trabajo encomiable y el espíritu de superación de los jóvenes alumnos. El trato personal entre ambas partes y algo que aprendí en la oposición, tratar a mis alumnos por su nombre propio. Da sensación de acercamiento, pero siempre dentro del trato respetuoso. Ni como padre, ni como profesor, se puede ser «colega» de los hijos y de los alumnos, entendiendo siempre dicho acercamiento con pasión, pero sin frivolidad.
RL:Son cientos los alumnos de AT que han pasado por tus aulas, ¿te paran mucho por la calle? ¿te acuerdas de ellos/as o se tienen que presentar?
JA: Ahora que estoy jubilado no salgo demasiado, pero es cierto que me han parado muchos antiguos alumnos por la calle y a algunos de ellos les he llamado por su nombre de pila o por el apellido. La cara que ponían era de estupor y siempre me preguntaban que si me acordaba de ellos. Mi respuesta era inmediata: «vosotros sois jóvenes y cambiáis poco, lo raro es que me sigáis conociendo a pesar de lo viejo que estoy». Muchas veces me decían reconocerme por la voz. Jo, que palo. Para mí es un privilegio que me paren, o que los pare, en la calle o en el Colegio de Aparejadores. Es una inyección de juventud.
RL: Si no me equivoco, unos 25 años de profesor de AT. ¿cómo ha evolucionado el perfil de los alumnos en estos años?
JA: Son exactamente 28 años los que tuve de docencia en la Escuela de Arquitectura Técnica. Yo creo que el perfil fue muy parecido en todas las promociones, con pocas excepciones. Otra cosa es la evolución de los medios informáticos, antes mencionados, Las bases de precios, los programas de mediciones, Autocad, Bin, etc. Pero en cuanto al perfil del alumno fueron pocos los cambios evolutivos de los mismos, que seguían pasando por mis «manos» y despacho: ganas de trabajar, ganas de preguntar y ganas de hacer las cosas lo mejor posible (como norma muy general de las promociones). Y digo ganas de preguntar porque mi máxima como docente era: «pregunten lo que quieran, lo que para algunos de ustedes es obvio, para otros es todo un mundo». Creo que me hicieron caso la inmensa mayoría. Por otro lado, y salvo distintas crisis en la construcción, los estudiantes, en general, veían una carrera relativamente corta (aunque muy intensa) y con muchísimas posibilidades de trabajo, interesante en cuanto al mundillo de la construcción y en cuanto al trato con los diversos agentes de la construcción. Todas las promociones coincidían en que el Trabajo Fin de Carrera, era el aglutinante para tener una visión completa de los estudios. En eso han coincidido la inmensa mayoría de alumnos, ahora profesionales como la copa de un pino.
RL: ¿Crees que ha cambiado mucho el ejercicio profesional desde que empezaste? En tus primeros años todavía no habían aparecido en nuestros despachos los PCs, quizás no había tanta normativa técnica, especialización…
JA: En efecto, y no solo en cuanto a las nuevas tecnologías, si no a las nuevas normativas. En aquellos tiempos de comienzo de mi profesión te daba tiempo de aprender las normativas. Ahora son cambiantes (espero que a mejor) pero la verdad es que para cuando te aprendes una del Código Técnico, aparecen tres o cuatro nuevas. Es un poco agobiante. Respecto a mediciones y presupuestos, tenías que redactar a «manolis» todo un largo presupuesto, a máquina de escribir antigua, tipo Hispano Olivetti u otras que parecía metralletas, con hojas de papel carbón entre medio para realizar las copias. Las últimas copias apenas se leían salvo que fueses un sansón y te rompieses los dedos al teclear. Si que es cierto que me hice con un librito del Instituto Torroja, donde venían bastantes partidas estándar en las que podías cambiar el texto, pero como he dicho, a mano. Cuando tuve algo de dinerillo me compré un ordenador y dos programas. uno de cálculo de pórticos de H.A. y otro de mediciones y presupuestos, te ahorraban muchísimo tiempo. ¡¡Y una impresora de cinta matricial de nueve agujas!! y papel continuo. Todo un reto. Según pasó el tiempo me fui actualizando en medios informáticos. En cuanto a la especialización no era como ahora. Tenías tres opciones: profesión liberal, aparejador de empresa o, si aprobabas una oposición, funcionario. Entonces no existía Seguridad en Obra con el concepto actual del término u otras opciones de trabajo.
RL: ¿Crees que ha cambiado mucho el ejercicio profesional desde que empezaste? En tus primeros años todavía no habían aparecido en nuestros despachos los PCs, quizás no había tanta normativa técnica, especialización…
JA: En efecto, y no solo en cuanto a las nuevas tecnologías, si no a las nuevas normativas. En aquellos tiempos de comienzo de mi profesión te daba tiempo de aprender las normativas. Ahora son cambiantes (espero que a mejor) pero la verdad es que para cuando te aprendes una del Código Técnico, aparecen tres o cuatro nuevas. Es un poco agobiante. Respecto a mediciones y presupuestos, tenías que redactar a «manolis» todo un largo presupuesto, a máquina de escribir antigua, tipo Hispano Olivetti u otras que parecía metralletas, con hojas de papel carbón entre medio para realizar las copias. Las últimas copias apenas se leían salvo que fueses un sansón y te rompieses los dedos al teclear. Si que es cierto que me hice con un librito del Instituto Torroja, donde venían bastantes partidas estándar en las que podías cambiar el texto, pero como he dicho, a mano. Cuando tuve algo de dinerillo me compré un ordenador y dos programas. uno de cálculo de pórticos de H.A. y otro de mediciones y presupuestos, te ahorraban muchísimo tiempo. ¡¡Y una impresora de cinta matricial de nueve agujas!! y papel continuo. Todo un reto. Según pasó el tiempo me fui actualizando en medios informáticos. En cuanto a la especialización no era como ahora. Tenías tres opciones: profesión liberal, aparejador de empresa o, si aprobabas una oposición, funcionario. Entonces no existía Seguridad en Obra con el concepto actual del término u otras opciones de trabajo.
RL: Con tu experiencia y trayectoria, pareces la persona idónea para responder esta pregunta: ¿qué consejo darías a los que empiezan?
JA: Como os decía cuando estabais en el TFC, creo que os acordaréis bastantes de vosotros, compraros unos zapatos cómodos y patearos la calle. Nadie va a ir a vuestra casa a daros trabajo. Si os preguntan algo que no sabéis hacer, nunca digáis que no tenéis ni idea, hay que decir, no lo sé, pero le aseguro que en breve lo resuelvo. Preguntad a gente con experiencia, Jefes de Obra, Capataces con experiencia y estar al día en la normativa actual. Vigilad que se cumplen los requisitos de protección general y EPIs. Estar atentos a las señales que se hacen entre encofradores y conductores de camión hormigonera… A la menor le harán signos de beber. No os lo creáis, quieren decir que le pongan más agua a la masa, sobre todo en la ejecución de hormigonado de escaleras… Ser prudentes, no miedosos. Tened una actitud positiva en la obra. Intentar poner en práctica vuestros conocimientos de carrera, sobre todo (sin desprecio de las demás materias) en construcción y materiales de construcción. No en vano somos «peritos en materiales». Mi profesor de construcción, que era muy joven y motero como yo, me recomendó que si alguna vez me preguntaban cómo se hacía algo, le dijésemos al capataz o encargado: «¿Ud. como lo haría?». Solícito, te contestaba con una respuesta que, después de analizarla rápidamente y aceptarla como buena, dile: «lo mismo que yo pensaba» él te lo agradecerá y tu salva el pellejo, pero ojo mirad lo que he puesto en negrita. Ser humildes en la profesión un aparejador prepotente y «sabiondo» provoca inquietud en una obra. No os «Preocupéis» de las obras; «Ocuparos» de ellas.
RL:El año pasado, el Colegio te distinguió con el «MÁXIMO RECONOCIMIENTO DE LOS ARQUITECTOS TÉCNICOS DE NAVARRA”. ¿qué ha significado para ti? ¿Cómo recibiste el premio? ¿cuáles fueron tus sensaciones cuando te lo comunicaron o lo recibiste?
JA: Desde luego, para mí, el culmen de mi profesión. Una emoción gratificante, pero con una pregunta que, todavía, me atormenta: «están seguros de concederme este reconocimiento», «¿porqué?» «para mí, no he hecho nada más que cumplir con mi obligación Seguro que hay un montón de colegiados con bastantes más méritos que yo». El premio, tenía dos partes; una de Reconocimiento Colegial, otra simbólica con una placa grabada. La miro todos los días y sonrío ante ella por el calor que me ha dado MI COLEGIO. Fue una ceremonia sencilla, emotiva donde se dieron muchos premios y reconocimientos, Cruz Roja, jubilados colegiados hace cincuenta años, y por último lo mío. El acto culminó con un ágape en la propia sede Colegial. Emocionantísimo. Don Jesús Mª Sos, me llamó un día a casa, diciendo si podía ir al Colegio ya que quería hablar conmigo de algún asunto, curso o vaya Ud. a saber qué. Me acerque al ratito y me dijo: «vamos a tomar un café». La verdad es que estaba un poco mosca, pero… Bajamos a un bar cercano y es entonces cuando me expuso lo del Máximo Reconocimiento. Se me atragantó el sorbo de café y quedé estupefacto. La sensación que tuve cuando me lo comunicó, fue en un principio de incredulidad por lo que he comentado en el primer párrafo de esta pregunta. Calmados los ánimos y con más miedo que vergüenza, y ante la persistente insistencia del Sr. Sos, acepté. Bajé a casa no creyendo lo que me había pasado. De verdad que me temblaban las piernas; era una mezcla de incredulidad y satisfacción. No obstante, y siendo sincero, a nadie le amarga un dulce, pero sigo con mis dudas sobre el merecimiento de ese MÁXIMO RECONOCIMIENTO. Gracias al Colegio, a todos los que me han hecho una vida y profesión más llevadera y agradable, desde los diferentes Presidentes, los componentes del Gabinete Técnico, componentes de la Asamblea Colegial y Trabajadoras y Trabajadores de oficina, gracias a todos/as y en especial a mis actuales colegas que antes fueron queridos/as alumnos/as y que me creyeron todo lo que les conté.